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Lo sabemos todo de ti

Lo sabemos todo de ti

La privacidad en Internet es una ilusión al alcance de muy pocos. Cada uno de los movimientos que realizamos en la red de redes es analizado, clasificado, compartido y reutilizado con fines lucrativos; un modelo de transacción de datos que ha devenido en fructífero negocio. 

Cada vez son más las empresas que basan su rentabilidad en el número y calidad de los datos privados que son capaces de recopilar y vender a terceros: que utilizarán esta información para optimizar sus campañas publicitarias, orientar sus estrategias empresariales o reinventar el mercado; es el marketing personalizado más agresivo. 

Los llamados data brokers, information broker o information reseller, son especialistas en rastrear nuestra huella digital. Las compras que realizamos, el viaje y hotel que contratamos, el libro que queremos leer, el comentario que realizamos en un foro y que evidencia nuestra inclinación política, el tipo de dispositivo que utilizamos para navegar en Internet, la hora del día en que interactuamos, y a través de qué canales lo hacemos: redes sociales, compra online, prensa digital; desde dónde nos conectamos, el modo de pago que solemos utilizar; la fecha de nuestro cumpleaños, aniversario o efeméride más entrañable; un largo etcétera de movimientos que son procesados y controlados de manera incansable por potentes software de analítica y tecnologías del big data.

En contraste con las grandes y todopoderosas multinacionales de lo digital: Facebook, Microsoft o Google, las empresas de data brokers realizan su trabajo de una manera más discreta. Su actividad se encuentra envuelta en un vacío legal, que los organismos encargados de legislar para la protección de datos no son capaces de controlar. Como no sabemos cuáles son los datos de los que disponen -y de quién-, no puede imponérseles un control efectivo. Si bien es verdad, la nueva normativa europea para la protección de datos de carácter personal sí limita -al menos en el continente- el campo de actuación de estas empresas. 

El problema reside en que la obtención de datos sí se realiza bajo una solicitud expresa: el consumidor autoriza claramente el uso de su información privada para usos que desconoce. ¿Cuántas veces autorizamos sin leer detalladamente el aviso legal? Es ese consentimiento, entendido como tácito, del que se benefician estas empresas. Así, no es extraño que nombres como Experian, Inome, Datalogix, PeekYou o Saberlotodo, sean desconocidos por el usuario medio y sean precisamente las que más saben de nosotros.  

El valor que aportan estas compañías se fundamenta en lo que realmente saben de nosotros. No de lo que queremos que se sepa, de nuestra proyección social idealizada, sino de nuestro comportamiento real. El anonimato ficticio del que creemos disfrutar, bajo la protección de nuestras pantallas, no es más que una ilusión.  

Numerosas son las voces que se alzan críticas contra esta práctica empresarial. Personalidades como el actual CEO de Apple, Tim Cook, se declaran contrarios a este abuso y reclaman un marco legal que sea capaz de regular el uso de los datos de los consumidores. Entre las medidas propuestas:  

  • Posibilidad de saber, en todo momento, de qué datos disponen estas empresas, y poder solicitar la eliminación parcial o absoluta de los mismos. 
  • Conocer cuál será el uso y a quién se va a facilitar nuestros datos. 
  • Exigir un tratamiento seguro de nuestra información, si que pueda ser filtrada de manera accidental o involuntaria. 

Para evitar, en la medida de lo posible, que estas empresas mercadeen con nuestros datos, es recomendable dedicar algo de tiempo a configurar nuestros navegadores y perfiles en redes sociales. Aunque puede resultar una tarea titánica, bucear entre menús, habilitando y deshabilitando características de privacidad y cesión de datos, es la única manera de acotar la apropiación indiscriminada de nuestra información. Y, siempre, leer con atención las numerosas cláusulas de páginas y formularios que, cada día, nos salen al encuentro en nuestro navegar digital. 

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