Las fake news o noticias falsas han llegado para quedarse y crecen a un ritmo exponencial. El término no es nuevo. Fue acuñado en el año 2016 en el marco de las elecciones de EEUU para denunciar que se estaban difundiendo noticias falsas o inexactas con el objetivo de influenciar la mente del electorado.
Las comúnmente conocidas como “fake” afectan a todas las patas de la sociedad: empresas, Administraciones y ciudadanos y es de vital importancia tenerlas presentes en nuestro radar. Gigantes del Ibex 35 y el Dow Jones ya han sufrido las consecuencias económicas y reputacionales que desencadenan estos temidos bulos informativos.
En este sentido, las empresas de estudios de mercado o market research tienen una larga andadura por delante. En los últimos tiempos son muchas las compañías que encargan estudios reputacionales de su marca antes y después de sufrir una fake para evaluar el daño causado, estudiar el contexto y los motivos, e intentar evitar nuevas crisis. Por otro lado, se demandan informes sobre el comportamiento de estas noticias falsas desde su inicio hasta su fin; su facilidad de propagación y su posibilidad para “renacer” en algún nuevo momento.
¿Es viral? ¡Puede ser una fake!
Si hay algo que caracteriza a estos bulos es su enorme capacidad para atraer al público general y su trepidante velocidad de difusión a través de redes sociales y medios de comunicación que no siempre consiguen escapar de sus temidas redes. Resulta curioso pero la probabilidad de reenvío de estas noticias falsas es mucho mayor que la del resto de informaciones veraces; un hecho que desencadena repercusiones nada desdeñables (y casi siempre negativas) para el afectado o afectada que trata de apagar el fuego con sus armas en cuanto es consciente del problema.
Pero ¿por qué logra una noticia falsa una repercusión tan grande? Cada información concreta tiene una batería larguísima de variables a estudiar, pero una circunstancia común que se repite en las fakes es que provocan en la sociedad sorpresa y enfado; ambos elementos catalizadores que fomentan su redifusión.
Cuanto más “grave” es la afirmación de la fake y más alta la reputación y la popularidad de la empresa, administración o persona afectada, más veloz es la propagación de la noticia. Aunque es cierto que la sociedad se muestra cada vez más escéptica a las informaciones que le llegan, debido, en gran medida, al volumen de bulos que se propagan a diario.
Con este entorno, las organizaciones encargan estudios de mercado que les permitan conocer y evaluar los peligros que entrañan estas fakes para su corporación o para la competencia (con el objetivo de no repetir errores) y apuestan por la creación de departamentos de inteligencia corporativa, un área que crece con fuerza en el mundo empresarial.
La conclusión que sacamos de todo esto es que, aunque resulte imposible saber con certeza qué va a suceder, podemos aprender de la experiencia y prever que tipo de noticias tienen más posibilidades de aparecer y así estar preparados para reaccionar de forma ágil y “matar” las fake news antes de que dañen demasiado nuestra reputación.